El Mundial es Historias: 2. “El inesperado jugador del pueblo”



A la vuelta de Europa, Sampaoli tenía claro los tres arqueros para el Mundial pero no el orden. En su borrador ya había anotado a Sergio Romero, Wilfredo Caballero y Nahuel Guzmán. De los dos primeros saldría el titular; sobre el último, teniendo en cuenta que el tercer arquero no suele atajar en un Mundial, no le preocupaba su nivel en México porque le bastaba con su liderazgo.
Franco Armani cambió los planes. Su nivel en River llevó a Sampaoli, que había meditado llevarlo a la gira previa, a incluirlo entre los 23. Ya pensaba en Caballero como un posible titular y no podía arrastrar a Romero de la titularidad a la marginación total. Pagaba Guzmán, de tanta ascendencia que había encabezado la charla grupal antes de salir a jugar en Quito, el día de la clasificación.
Las 48 horas posteriores a comunicar la lista expusieron la enorme lista de situaciones problemáticas que marcó la previa del Mundial. El 21 de mayo, se conocieron los 23 que irían a Rusia. El 22, el padre de Guzmán caricaturizó en sus redes a Sampaoli con los logos de los canales de televisión tatuados, en probable alusión a haberse dejado influir por el periodismo en el armado del plantel, y con la chomba del seleccionado chileno. El 23 a la mañana, mientras Guzmán donaba una biblioteca deportiva a su colegio primario (tardó en convencerse en hacerlo en esa escuela por el nombre que lleva: Cristóbal Colón, “un asesino de indios”), Romero sentía molestias en su rodilla y las disimulaba porque justo el periodismo observaba a un costado. A la tarde se haría estudios que diagnosticarían un bloqueo articular y antes de la noche quedaría desafectado.
Romero le juró a Sampaoli que llegaría en condiciones para el debut: “Faltan más de tres semanas, en menos de dos estoy”. Pero el técnico no dudó, le explicó que necesitaba a todos entrenándose normalmente y lamentó su exclusión. El arquero de los últimos dos mundiales no puso reparos; así como lo escuchó se fue a su casa.
Y otra vez, la chance fue para Guzmán. La vida es circular. Y la selección argentina, un espiral.

Guzmán pasó de ser el 24 a llevar la 1. Así Sampaoli no daba indicios de quién sería el titular. El resto, en orden numérico, también tenía su explicación.
Gabriel Mercado, el que Sampaoli había usado de central en Sevilla y no quería usar de lateral en la selección. Hasta que cambió de idea.
Nicolás Tagliafico, citado de entrada, desestimado luego y considerado de titular desde que el Ajax holandés lo moldeó como el lateral de ataque. El que durante medio año vio al Barcelona para mirar a Jordi Alba.
Cristian Ansaldi, “diestro pero le pego mejor de zurda”.
Lucas Biglia, el 5 que no entraba en la gente pero sí en todos los técnicos.
Federico Fazio, de techo no tan alto pero piso garantizado.
Ever Banega: “Muy bueno aunque intermitente. Si quiero uno menos intermitente, tendré que buscar uno menos bueno”.
Marcos Acuña, que arrancó el ciclo como volante por la derecha y en la lista definitiva quedó de lateral por la izquierda suplente.
Gonzalo Higuaín, reciente papá. (Imposible saber si tendrá su capítulo en el Mundial, sí en el libro.)
Lionel Messi.
Angel Di María, con su terapia a cuestas.
Franco Armani, el inesperado jugador del pueblo.
Maximiliano Meza, porque era injusto competir por un lugar contra España sin Messi en Madrid, pero también era una posibilidad muy propicia: tenía todo para ganar.
Javier Mascherano, pese a que un mes antes el entrenador pensó verdaderamente si lo llevaba o no.
Manuel Lanzini, ¿el nuevo socio de Messi? “Messi va a elegir a su socio, no yo” (Sampaoli dixit).
Marcos Rojo, porque ninguno conformó mientras él estaba lesionado.
Nicolás Otamendi, y otra vez Sampaoli: “La única vez que vi a Cruyff me dijo que los buenos juegan atrás; que arriba juega cualquiera”.
Eduardo Salvio, de wing a lateral.
Sergio Agüero, con el deseo de que Argentina aproveche lo que aprovecharon España en el 2010 y Alemania en el 2014: la coincidencia de Guardiola en el día a día de los jugadores.
Giovani Lo Celso, el último enganche del fútbol argentino (aunque no juegue de enganche).
Paulo Dybala, del deseo de compinche de Messi a “no supimos ubicarlo o no se adaptó a nuestra idea”, de “pensábamos que era top” a volver a verlo interesante.
Cristian Pavón, con la bendición futbolera del 10.
Wilfredo Caballero, el más silencioso en la pelea más ruidosa.